miércoles, 10 de febrero de 2010

Homenaje a Miguel Hernandez


Os propongo sumaros a la iniciativa de homenaje al poeta Miguel Hernández
en el centenario de su nacimiento.
Encontraréis todas las informaciones necesarias en :
Os invito también , a traves de este blog, a compartir unos versos, una estrofa, un poema de Miguel Hernandez que os conmueva. Podeis leerlos en: http://www.poesia-inter.net/Miguel_Hernandez.htm y publicarlos en el blog en forma de comentarios.
Gracias, Miguel, porque me prestaste los versos más hermosos para declarar mis amores adolescentes, porque me revelaste las heridas esenciales del corazón -la de la vida, la de la muerte, la del amor -, porque me diste palabras para acercarme a lo indicible.
Por las Nanas de la cebolla que les canté a mis hijos y por la Elegía a Ramón Sijé con la que lloré a mis muertos.
Porque me enseñaste y me enseñas a vivir.
Por todas las cartas de amor que escribí y que espero seguir escribiendo mientras me dure la vida.
Porque escribir es vivir doble, mía y vuestra, en la escritura.

El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.

Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.
Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.



Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura,
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.



Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.


Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.


Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.


Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.

Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.



Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.


La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.

Miguel Hernandez

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